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El encuentro con sus semejantes: los hábitats
Escrito por María Teresa Constantin
En 1952 Martin Blasco realiza Pórtico. Proyecto para ruta de
acceso a una ciudad. La obra estaba imaginada para permitir el paso
de vehículos y peatones. Algunos de sus Júbilos y Constelaciones
se apoyan en diferentes elementos que delimitan un amplio espacio.
De haberse realizado hubieran permitido la circulación de os
espectadores al interior de un espacio escultórico. Estas obras
son, a nuestro entender, indicios de una línea de investigación
que se consolida y está en pleno desarrollo, desde los años
80.
Es una obra en la que el artista se apropia del espacio con construcciones
monumentales. Son cuerpos diversos que rodean o crean una zona. Espacios
Vitales, construidos de manera tal que tienden a erigirse como arquitectura
futurista. Los límites entre escultura y arquitectura se han
desdibujado. Se extienden buscando la horizontalidad, hay más
referencia a lo terrenal. Son obras que solicitan ser elevadas en
espacios públicos. El cuerpo del espectador pide integrarse
– e internarse – en esos territorios. La mirada puede
vagabundear en la lectura de esas construcciones, de sus distintas
conformaciones, pero no puede abarcarlos en conjunto necesita de una
recorrida en la cual el espectador está ya comprometido de
manera diferente. Hay una lectura visual y una lectura corporal-táctil
en la medida que el cuerpo exige desplazamiento. En los hábitats,
zócalo o base, son innecesarios. Parecen haber sido eliminados
para favorecer la penetración del hombre. Son invitación
a la ocupación de un espacio.
La materialidad que señalábamos más arriba cobra
aquí toda su importancia: su preferencia por el uso del aluminio
estaría ligada a la necesidad de cuerpos ligeros para realizar
estas nuevas construcciones. Los territorios no pueden ser construidos
con cuerpos pesados: requieren liviandad para elevarse en el espacio
y para incitar a transitarlos sin provocar sensación de aplastamiento
en el espectador-ocupante.
Se replantea en sus obras la lógica de la monumentalidad: las
formas erigidas no están, como en los tradicionales monumentos,
ligados a la idea, a la celebración o al ejemplo. Son elementos
monumentales que demarcan zonas, señalan rastros humanos y
en ese sentido, son festejo de lo humano. No se trata de un punto
único, de un enclave, es… hábitat. Por eso son
más que nunca monumentales y públicos. Este punto de
llegada en la obra del artista coincide con la preocupación
que siempre ha tenido por lo público:
“Siempre pensé la escultura para ser emplazada en el
ámbito público. Cuando dibujo ya estoy pensando en su
relación con lo público. La característica de
mi primera obra es también para el público. Yo no veo
la escultura en una sala de un museo. Yo la veo en el ámbito
público. La gente tiene sed de integrarse en los espacios públicos”.
Para ese público demarca y construye un contexto espacial.
A ese público lo compromete corporalmente y lo interpela.
Juan Acha denominó Esculturas transitables a este tipo de producción
artística realizada por artistas mejicanos:
“…tenemos que enfrentarnos a una manifestación
nueva… Se trata de una escultura pública… al ser
transitable comprenderá espacios amplios con relación
al hombre y también abiertos…”
En 1997 Jan Clair polemizaba con teorías que entendían
como escultura moderna sólo a aquella que “tiende a retraer
el volumen a la pura bidimensionalidad” e ironizaba con que,
para aquellos, “cualquier realización corpórea
sería siempre decadencia y caída”. Acusaba a ese
tipo de arte de irresponsable, de haber perdido de vista a sus semejantes.
Por su parte, muy recientemente, Sagrario Aznar, refiriéndose
a la obra de Serra, afirmaba:
“…puede ofrecernos algo más que simples tensiones
formales desde el mismo momento en que empieza a problematizar y dar
énfasis a su implicación en contextos sociales y comunicativos…”
Y concluía:
“porque al final, como siempre, la escultura habla del hombre
en un angustioso intento de que volvamos a reconocernos como personas”.
En diversos puntos aparecen, afirmándose o negándose,
como síntomas o lenguajes de una época. Los habitats
de Blasco reclaman ser erigidos en espacios públicos concluyendo
el encuentro con sus semejantes. Los habitats aparecen, más
que nunca, implicados con el ser humano y se presentan, luego de un
siglo de heridas, como materialización de una futura esperanza.