Miro el catálogo y veo reflejado en las
reproducciones de sus once obras, todo el mundo de Martín
Blaszko. En realidad había más obras que esas once
expuestas en la muestra que inauguró Paola Coppa Oliver
en su Galería
Insight. Ahí estaban dos esculturas, dos pinturas recientes
y trece collages.
Y sí, es verdad que para muestra sirve un alfiler y es
así como para comprender la obra de la larga trayectoria
de Martín Blaszko, basta ver esta exposición.
No tiene la menor importancia en qué años
fueron producidas estas obras, ya sean de la década del
60 o hasta hoy en día, importando poco el amarilleo del
papel o las pátinas del bronce. Todas ellas tienen las mismas
características, parecen frescas, actuales, alegres y recién
hechas como si para su autor no hubieran pasado los años
y como si los acontecimientos no hubieran llamado a la puerta cerrada
de su fantasía íntima y privada.
Tampoco existe duda alguna sobre que sean producto de una misma
persona, de ese único interior expresado en el afuera trabajando
siempre con las mismas proporciones, paleta de colores, vacíos
y llenos, cantidades de negro, modulados espesores de líneas,
también negras… Año tras año, los mismos
elementos se ubican sobre los soportes, eligiendo cada vez, y muy
meticulosamente, sus inclinaciones y distancias específicas
entre si. Los
resultados, sin embargo, parecen ser todos diferentes aunque tienen,
a mi parecer, una misma estructura subyacente que manifiesta las
mismas tensiones visuales, y es por eso que Martín Blaszko
dice:" Pero si mis obras son todas iguales, en el fondo el
artista hace solamente una única obra en toda su vida." Y
sí, es el mismo lenguaje de siempre, es lo que uno exterioriza
y saca fuera de sí complementando así su propia imagen
externa física, el
afuera enlazado con el adentro, intentando plasmar una aproximación
a la totalidad que somos y que nunca lograremos configurar estando
siempre en eterno cambio.
Es esa atemporalidad de las obras, esa constante presencia de
lo mismo que conmueve e impacta, es su fortaleza, su rotundez,
como dice Romain Rolland, para bien y para mal.
¿No será esa atemporalidad la tan buscada constante
por el artista, lo que es bueno es bueno hoy y siempre, lo que
no sirve nunca servirá?
Creo que esta pequeña y humilde muestra es la obra de un
prolífero y grande artista de nuestro momento histórico.
Hacemos mención al impecable y poco pretencioso catálogo
diseñado por Jorge Abot y Florencia Abot Glenz.* |